Al encender el ordenador cada mañana, a modo de rutina mientras saboreamos un buen café, asomamos la cabeza al universo de Google Analytics. De golpe el programa nos arroja un sinfín de datos acerca de la vida de nuestra web, en la mayoría de casos indescifrables para nosotros.
En ocasiones, ese conjunto de cuadros, gráficos y estadísticas anuncian la sacudida de pequeños terremotos en el número de visitas recibidas. En nuestro caso, este incremento de usuarios vino el mes pasado por tres momentos concretos en los que distintos personajes de renombre público compartieron en la Red sus experiencias en Fokacha: David de Jorge, una crítica positiva en el blog de El Comidista y un story de Elvira Lindo en su perfil de Instagram.
Por este motivo, hemos pedido a Carlos Jimeno y a Jorge Villabona, dos buenos amigos de «kasa», y profesionales de referencia dentro del sector de la publicidad y la digitalización, que nos ayuden a interpretar estos datos y conocer la incidencia que actuaciones de ciertas personas tienen para un negocio como, en nuestro caso, un restaurante.
Carlos Jimeno, quien ha desempeñado labores como director creativo y estratégico en el mundo de la publicidad, a continuación nos regala un análisis detallado sobre lo que buscan las marcas en Internet.
Y de repente nos encontramos con este gráfico de las visitas a la web de Fokacha, en la que vemos esos tres tremendos picos después de que tres grandes comunicadores/influencers hayan mencionado al restaurante en sus medios o en sus redes sociales.
¡Magia! Una marca como Fokacha, sin departamento de marketing, sin agencia de comunicación, sin trabajar con una consultora ni con una agencia de publicidad. Sin hacer publicidad programática, sin utilizar términos como Buyer persona, Banner, CRM, CTA, CPC, CPA, CPM CPL, Lead, Adsence, Adwords, Keywords, Landing page, FTP, Engagement, Pop Up, PPL, PPC, Retargeting, Stakeholder, Tracking, Growth hacking, Datamining, Cluster… Sin nada de eso, consiguen aumentar significativamente el tráfico a la web y a su libro de reservas. Toma ya.
Esto nos demuestra que el secreto del éxito, la manera de llegar a las personas, se resume en ofrecer el mejor producto o servicio que seas capaz de realizar y hacerlo desde la honestidad y la transparencia. Para que el boca a boca analógico se dispare, para que las personas hablen de ti gratis en las distintas redes sociales, para que los influencers gastronómicos te recomienden, para que los medios te dediquen espacio. En definitiva, para que lo que haces y cómo lo haces sea relevante para las personas.
Leía el otro día sobre la transformación ética de las empresas. Decía @e_paniagua que las empresas más valientes y con un análisis moral más robusto se darán cuenta de que probablemente tengan que cambiar su modelo de negocio. Lakasa/Fokacha es una de esas empresas que no les va a hacer falta esa transformación ética porque han centrado su negocio en hacer feliz a quién traspasa su puerta, esa es su determinación, por no mencionar al manido propósito que ahora las marcas están buscando debajo de las piedras porque el consultor de turno les han dicho que lo necesitan. Y esto es algo que no lo puedes poner en un powerpoint y ya, lo llevas en tu adn o se te ven las costuras.
Escuchaba el otro día a Iñaki Gabilondo decir que le emocionaba el talento de la voluntad. El taxista que tiene el taxi impecable, el tendero que te atiende con esmero, ese amor al trabajo bien hecho. La gente que intenta hacerlo bien me inspira decía y que con esos se iba al fin del mundo.
A mí me inspira Lakasa/Fokacha y especialmente esa persona, que habría que clonar para construir una sociedad más bonita, llamada César Martín. Qué gozada da parapetarte en una de sus mesas, disimular que has ido a comer y contemplar la búsqueda permanente de la excelencia. El placer de ver hacer las cosas lo mejor que pueden porque necesitan hacerlo así. Me recuerda a un libro de Óscar Tusquets llamado “Dios lo ve”, en el que el autor se pregunta por qué lo grandes creadores de la historia se empeñan en resolver aspectos de sus obras que ningún ser humano puede llegar a valorar. Simplemente por la voluntad de hacer las cosas bien, como si sus obras pudieran ser observadas y valoradas por un ser superior.
A mí me emocionan personas como César, Marina, Riki, Marco, Metodyka y resto del equipo… que hacen las cosas de una determinada manera no sólo por agradar, sino porque necesitan hacerlas así.
¿Y si era así de sencillo y no nos habíamos dado cuenta?»
Jorge Villabona, managing director en la escuela de negocio digital ISDI, ha puesto el foco por su parte en la incidencia que Internet posee para el desarrollo vital de una empresa.
Sin entrar en valoraciones personales, técnicas, de negocio o incluso éticas, Internet ha supuesto un revolución en la comunicación y en el acceso a la información.
Antes, no hace tanto, ni era tan fácil comunicarnos, ni, por supuesto, era tan fácil el acceso a la información.
Se nos olvida demasiado frecuentemente que hasta hace 20 años (10 para el común de los mortales), era imposible saber cuánto de bueno era un negocio, cuánto de bueno era su producto o cuánto de bien atendían sus empleados. Bueno, sí que se podía saber. Casi en todas las ocasiones, te lo decía el propio negocio o sus anuncios.
Personalmente lo repito mucho. En esto de la comunicación y el acceso a la información, sólo teníamos un arma: nuestro círculo de conocidos. Ellos nos tamizaban, nos filtraban y nos hacían más real la información que podíamos obtener de un producto o servicio.
Esto llegó a tal punto que pasamos a un terrible (y a veces injusto) punto donde las marcas, los negocios no decían la verdad y nuestro círculo nos tenían que poner de frente con la realidad.
Y llega Internet. Llega la posibilidad de comunicarnos fácilmente más allá de nuestro círculo de conocidos. Llega la locura de la posibilidad de que las personas opinen de todo lo que usan, de todo lo que consumen, de todo lo que prueban. Pero sobre todo, llega el infinito de mano de las redes sociales. Y el mundo se da, literalmente, la vuelta. Pasamos a un mundo donde las marcas, los negocios se las ven y se las desean para hacerse oír entre tal océano de información y de gente adoptando el rol de expertos en todas las temáticas posibles.
¿Que si un restaurante debe estar y usar redes sociales? Me suena casi a chiste. 100%, sí. No sólo para aprovechar un mayor alcance (conocimiento), una mejor comunicación (más transparente) sino para completar lo que ya se está hablando sobre él. Para incentivar más conversaciones, más comunicaciones y llegar desde la parte más complicada de un negocio: desde su alma, desde la razón por la que ofrecen sus servicios, sus productos y hace todos los días lo que hacen.
Hasta ahora, un restaurante era comida y servicio en sala. Ahora debe ser servicio. Y punto. Las redes sociales, los medios digitales permiten mostrar el restaurante por dentro, sus productos, hablar de sus proveedores, abrir debates sobre recetas, adelantar decisiones e incluso buscar opinión de tus clientes, dar visibilidad a empleados y un largo etcétera. Con todo esto, y realizado de manera constante, cambiará hasta la estructura del restaurante, consiguiendo que lo que antes estaba 100% enfocado en «cocinar», ahora se enfoque en dar el mejor servicio posible, que se obsesione con los clientes incluso antes de que vengan al local. Pero sobre todo, conseguirá que cuando lleguemos a probar el producto, cerremos el círculo de nuestras experiencia como cliente, y si es el que esperábamos antes de llegar, nos convirtamos en clientes habituales y clientes embajadores del restaurante, multiplicando el efecto de la presencia del negocio en Internet con nuestras aportaciones, nuestros likes y nuestra cercanía con la marca.
En mi caso, fui a Lakasa por menciones y fotografías de su platos de varios de mis contactos en Instagram. Ahora no dejo de prescribir a través de mis redes que mis conocidos y gente que me sigue vaya a disfrutar de lo evidente, de un restaurante que tiene a sus clientes como la clave de su negocio.»
GRACIAS AMIGOS, por vuestra inmensa generosidad.
Y en mitad de esta conversación, nos encontramos con esto: